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Universidad de Pisa. Universidad de Los Ángeles Traducción: Mercedes Arriaga Flórez
Remo Bodei nos propone una reflexión sobre el impacto y
consecuencias de las biotecnologías sobre la estructura de los
individuos y las sociedades en el futuro inmediato. Se presentan algunos
datos específicos de las biotecnologías junto con una serie de
consideraciones filosóficas que parten de textos clásicos hasta llegar
al debate contemporáneo (en especial a las tesis de Sloterdijk sobre el
"parque humano" y de Fukuyama sobre Our Posthuman Future, Consequences of Biotechnological Revolution ,
"El fin del hombre"). Los fármacos psicotrópicos y la acción de las
biotecnologías no sólo están cambiando la denominada "Naturaleza
humana", sino también las relaciones sociales, familiares e incluso la
política, que se convierte en zoopolítica, intentando crear humanos de
criadero, fácilmente manipulables, cuyo comportamiento puede ser
influido por fármacos psicotrópicos, como el prozac y otros, o por
amenazas bio-terroritas que se convierten en una forma de control
social.
1. El tema que quiero proponer es
el del impacto y consecuencias de las biotecnologías sobre la estructura
de los individuos y las sociedades en el futuro inmediato, para
perfilar el escenario de sus posibles efectos, en especial, sobre la
manipulación de la llamada "naturaleza humana".
Procederé en progresión, presentando primero
algunos datos sobre elementos específicos de las biotecnologías, para
proseguir con el análisis más propiamente filosófico, haciendo
referencia tanto a los textos clásicos como al debate contemporáneo (en
especial a las tesis de de Sloterdijk sobre el "parque humano" y, aunque
tiene un corte periodístico, al libro de Fukuyama sobre Our Posthuman
Future, Consequences of Biotechnological Revolution, "El fin del
hombre").
Empezaré tratando un aspecto que generalmente
permanece al margen de las discusiones filosóficas, pero que tiene una
importancia capital, es decir, los fármacos psicotrópicos, que influyen
en el estado de ánimo en un determinado modo (los de la familia del
Prozac), provocando una sensación de bienestar o, por lo menos,
aliviando el ansia. Un 10% de la población americana ya consume este
tipo de psicofármacos (es decir, 28 millones de personas
aproximadamente). Junto con el Ritalín, otro psicotrópico que sirve en
principio para calmar y controlar a los niños con hiperactividad.
El Ritalín la reduce pero como efecto colateral
produce incapacidad de concentración, y en la práctica se receta de
forma indiscriminada para calmar todo tipo de intranquilidades. Ambos
medicamentos producen un cambio en el comportamiento y al mismo tiempo
introducen el riesgo de crear una sociedad sedada.
Examinaré después las biotecnologías desde una
doble separación, la de los dos grandes acontecimientos que se han
producido en los últimos decenios y que conllevan, por un lado, la
separación entre sexualidad y reproducción, y por otro, la separación
entre reproducción y parentesco a través de anticonceptivos químicos, o a
través de la reproducción asistida, la fecundación artificial con un
donador externo de semen masculino o de óvulo femenino. De esta forma se
pueden crear tres figuras maternas diferentes: la madre biológica, que
dona el óvulo; la madre portadora, que desarrolla el feto en sus
vientres, y la madre legal. Paralelamente también dos tipos de padre: el
biológico y el legal.
Todo esto produce efectos de enorme impacto en la
estructura de la familia, puesto que los lazos de sangre desaparecen. En
contra de lo que los sociólogos definen lazos de adscripción (los que
tenemos al nacer de ser hijos o padres, hermanos o hermanas) se está
verificando un lento crecimiento, en Occidente, de los lazos de
elección. Hay que pensar que ya en 1994 el 2% de los hijos franceses
nacían gracias a la reproducción asistida con un donador externo y que
la cuota va creciendo también porque, según estadísticas recientes, una
pareja sobre cinco o seis en los Estados Unidos o en Europa occidental,
es estéril. Lo que produce una necesidad creciente de fecundación sexual
directa o de adopción.
Otra incidencia de las biotecnologías se produce a
través de las células de inseminación. Después del 2000 se ha completado
el mapa del genoma y se ha descubierto que los genes del DNA humano son
entre treinta mil y cuarenta mil. Se ha desarrollado una ciencia que se
llama genómica (que hay que distinguir de las biotecnologías, todavía
en statu nascendi, que intervienen directamente para modificar el
patrimonio genético y para incidir, no sólo sobre la vida del individuo,
sino también en la vida de la especie o en la cadena genética de
descendientes de una determinada persona). Otro tipo de intervenciones
biotecnológicas son las de los trasplantes de órganos y las de los
implantes en el cuerpo humano. A causa de tales modificaciones se habla
de una trasformación en curso del estadio de lo humano al de lo
post-humano, con la creación de individuos transplantados múltiples, es
decir, dotados de una cierta cantidad de prótesis que mejoran sus
prestaciones o tienen carácter sustitutivo, como en el caso de la vista o
del oído. Se llegará muy pronto a dispensadores de insulina que se
transplantan bajo la piel y a una cantidad de otros aparatos que crearán
en el cuerpo humano una mezcla de orgánico e inorgánico.
También se abatirán las barreras, ya muy débiles,
entre hombre y animal, por ejemplo con el transplante de corazones de
cerdos, de hígados obtenidos a través de pequeñas quimeras, o sea,
fundiendo elementos humanos y animales. Ya el oncoratón utilizado para
los estudios sobre el cáncer en Harvard es un ratón al que le
inyectan algunos genes humanos y otros de pollo.
Hay que añadir, tanto en el caso de la oveja Dolly, como en el del
oncoratón, que no se trata de individuos resistentes y sanos (sin contar
que en el caso de Dolly hicieron falta 271 intentos antes de que
resultara con éxito), sino de organismos débiles. La naturaleza ha
empleado miles o millones de años para crear las combinaciones entre
elementos químicos, bases o encimas que forman los seres vivientes.
Estos productos, los animales, mantienen una cierta estabilidad generada
por la selección. Mientras que el oncoratón o Dolly son, en cambio,
organismos frágiles y potencialmente más expuestos a todas las
enfermedades. Basta pensar que cada uno de nosotros tiene en las células
somáticas, en las que no sirven a la reproducción, pequeñas cintas, que
se llaman telomeros que en cada duplicación se reducen. La muerte de
estas células (y por lo tanto la nuestra) se debe a la progresiva
reducción, cada vez que la célula se duplica, de esos mismos telomeros,
que constituyen verdaderas bombas de relojería, formas de suicidio
programadas por nuestro organismo.
Existen células inmortales, las genéticas, las de
los espermatozoides y de los óvulos e incluso las del cáncer, que se
reproducen al infinito precisamente porque no tienen telomeros. El
cáncer es por el momento tan difícil de vencer porque de alguna forma es
inmortal, por lo que sus células proliferan de forma imparable. En 1989
una firma americana, la Geriatix , descubrió un encima que se llamaba
tolomerasis, y lo está estudiando en vista de la posibilidad de
introducir de alguna manera - no sabemos cuando, no sabemos cómo, no
sabemos si será posible- este encima en nuestras venas con el fin de
detener el empequeñecimiento progresivo de los telomeros y de
convertirnos en cierto modo, en inmortales. O de forma más realista,
frenar la degeneración de los tejidos. El resultado sería que se podría
alargar el envejecimiento, permaneciendo viejos y llenos de achaques
durante más tiempo.
Sin embargo, hay que decir que en todos los campos
en los que se trata de modificar el patrimonio genético, a pesar de las
anticipaciones y habladurías de los periódicos (que hablan, por ejemplo,
de encontrar el gen de la locura y curarlo) estamos todavía en pañales.
La investigación se centra principalmente en dos puntos de la célula:
el DNA y el llamado núcleo mitocondrial. Los mitocondrios constituyen
una partícula de la célula que conserva, por decirlo así, el lado
femenino de la evolución y que ha permitido reconstruir la hipótesis
según la cual ha existido una Gran Madre de la que descienden todos
nuestros antepasados. El homo sapiens tiene "sólo" 170-200 mil años de
existencia. Deriva sin embargo de una serie de homínidos que tienen-
yendo hacia atrás hasta el homo habilis - al menos un millón de años.
Nuestra especie ha convivido hasta hace treinta mil años con nuestros
parientes lejanos, o sea, con el hombre de Neandertal, de cuya
desaparición no se sabe a quién o a qué atribuir la causa. Esos humanos
fueron los primeros que dieron muestras de humanidad, no en sentido
biológico, sino cultural (en alemán Humanität y no menschheït)- signo de
humanitas, de sociabilidad, Amor, y civilización, como nos demuestra el
esqueleto de un hombre de Neandertal que resale a casi cincuenta mil
años. Si ese individuo, que sufría de una artrosis deformadora por lo
menos desde hacía diez años, logró sobrevivir otros diez más, se debió
al hecho de que alguien lo cuidó. La solidariedad familiar o el clan
existían ya en aquella época.
Hay que notar también que entre los caprichos de la
evolución ha sucedido que el hombre de Neandertal, desde el punto de
vista fisiológico, parece que se adaptaba mejor a la supervivencia: su
capacidad craneal era mayor que la nuestra y las caderas de las mujeres
eran más anchas que las de las mujeres actuales, por lo tanto más aptas a
parir sin dolor. Parece que tiene razón Lucrecio cuando en el Dererun
natura afirma que todos los vivientes son supervivientes de grandes
naufragios, que abandonan, como restos en la playa, a los que sucumben.
Pensando en las grandes catástrofes naturales, que provocaron la
extinción de, no sólo los famosos
dinosaurios, sino también de aproximadamente el 80%
de las especies que vivían sobre la tierra, todavía nos faltan muchas
cosas por comprender.
Cuando en 1953 se descubrió la estructura del DNA y
cuando los estudiosos avanzaron cada vez con más tino, se descubrió con
asombro que estaba formada por sólo cuatro bases, cuatro proteínas con
secuencias variadas y diferentes. Sólo el 1% nos divide de los
chimpancés, pero es un 1% importante. Todos los seres vivientes tienen
en común entre el 70 y el 80 % de los componentes del DNA y estos
componentes se alternan en una doble hélice. El DNA humano se ha formado
incorporando segmentos de bacterias, microbios y de varios animales.
Nuestro DNA no es por lo tanto del todo humano. No sólo somos animales,
sino que incluso tenemos algo que nos acerca al mundo vegetal, a la
flora bacteriana. Nuestro cuerpo es admirablemente complejo.
2. Consideremos ahora los aspectos
filosóficos que han sido provocados por las biotecnologías, partiendo
de lejos, de La Política de Platón, donde se plantea por primera vez el
problema de los que yo he llamado "hombres de criadero". En Platón el
hombre político se presenta como un buen pastor (naturalmente no en el
sentido cristiano del término), es decir, como el que conoce la mejor
manera de guiar y gobernar a los hombres. Se establece así una relación
directa entre el arte del gobierno y la doma de los animales. Para
Platón, el buen gobernante es el que, de forma parecida al pastor de
rebaños, es capaz de domesticar a los súbditos o ciudadanos,
induciéndolos a las pasiones nobles, es decir, a esas pasiones que
sirven para promover la razón y, al mismo tiempo, controlar o frenar
esas pasiones, o políticamente controlar a esos ciudadanos que "no
escuchan la voz del amo", es decir la voz de la razón. De hecho Platón
afirma que la misión del hombre político es la de domesticar los
elementos reacios de la sociedad y dentro del alma los instintos que
resisten al control del loghistikon, de forma que se pueda conducir el
rebaño de forma racional.
El gran modelo que sigue proyectándose sobre toda
la tradición occidental, por lo menos durante un milenio y medio, es el
de la política que domestica, tanto con la persuasión como con la
fuerza. Se trata, parafraseando a Foucault, de un "poder pastoral". En
Foucault existe una diferencia: en el poder pastoral cristiano se
encuentra una paradoja aparente en la que el sacerdote o papa se
sacrifica a si mismo para salvar a la última oveja del rebaño. El poder
de la Iglesia consiste en la abdicación del poder, en la renuncia al
poder: yo sacerdote o papa soy potente porque, a diferencia de todos los
jefes del pasado que sacrificaban a los demás para mantener el propio
poder, me sacrifico a mi mismo para salvar a la última oveja del rebaño.
Este es el poder que ha fundado la Iglesia sobre la renuncia.
Dando un salto hacia atrás con respecto a Foucault,
me referiré ahora a Nietzsche. En Así habló Zarathustra - y esto
Sloterdijk lo ha notado, aunque sólo se haya ocupado de un aspecto de la
problemática nietzscheana- hay un pasaje en el que Zarathustra visita
una ciudad en la que, incluso desde un punto de vista arquitectónico,
los hombres para pasar debajo de una puerta tienen que agacharse.
Atribuye por lo tanto el empequeñecimiento de los
hombres, su domesticidad al cristianismo y a todas las ideologías que
predican la igualdad, y en consecuencia niegan la existencia de hombres
superiores. Estas ideologías, representadas por las tarántulas, por los
predicadores resentidos de la igualdad, son sobre todo el cristianismo
(sobre todo paulino, ya que Cristo está representado como el idiota de
Dostoeivski, bueno, pero sin médula espinar). El verdadero creador del
cristianismo es san Pablo, el resentido, el hebreo convertido que en su
interior sabe, como lo sabe Sócrates, que existen hombres superiores,
una aristocracia del espíritu y de la estirpe, pero quiere humillarlos,
rebajarlos por odio y por envidia.
Desarrollando esta posición de Nietzsche,
Sloterdijk considera que la cultura actual está marcada por una lucha
titánica entre la tendencia a exhibir la domesticidad, el rebajamiento y
la fealdad y la de evitar que la política se convierta en zoopolítica.
Sloterdijk se refiere, aunque de forma diferente, a un escrito de
Heidegger de 1946 La carta sobre el Humanismo, en la que el filósofo
alemán polemiza con los aspectos retóricos de la tradición occidental y,
entre líneas, presenta los tres grandes movimientos del siglo XX -
fascismo o nacionalsocialismo, bolchevismo y democracia - como formas de
"antropotécnica", o sea, construcción artificial del hombre que revela
(en contra de la primera impresión) un carácter humanista, porque el
hombre está colocando siempre en el centro. Observo, de pasada, que esta
interpretación no me convence en absoluto, en el sentido de que se
podría, con un esfuerzo notable, pensar que incluso el volchevismo fuese
un humanismo, pero atribuir al nacionalsocialismo la calificación de
humanismo me parece peregrino y absurdo.
Por lo que se refiere a Heidegger - que responde
polémicamente al libro de Sastre El existencialismo es un humanismo - la
grandeza del hombre no consiste, según la tradición, en su ser animal
rationale, en su comparación con los animales para mostrar su específica
diferencia. La importancia del hombre, del Dasein, está en su diálogo
con el Ser, en su ser "pastor del Ser", que vive en su propia casa, el
lenguaje.
3. Muchas personas han leído el
libro de Aldous Huxley, publicado en 1932, Brave New World, traducido en
español como El mundo feliz. Huxley, que proviene de una familia de
biólogos, presenta un escenario que ha dejado de ser de ciencia ficción
para hacerse cada vez más factible desde un punto de vista real: una
sociedad del futuro que, después de una gran catástrofe, ha olvidado el
pasado y ha creado una civilización nueva. Ha borrado las civilizaciones
anteriores y vive dividida entre un mundo civilizado y uno salvaje. En
el mundo civilizado imperan las biotecnologías de dos formas. Una es que
los hombres se fabrican en probetas, siguiendo un método que anticipa
el Fausto de Goethe cuando Wagner se pregunta porqué se pierde tanto
tiempo con los métodos anticuados de reproducción sexual natural, cuando
su creación artificial sigue seguramente un método más científico y
seguro. En la novela de Huxley los hombres se fabrican en probeta, fuera
del útero materno, dentro de las máquinas, con el fin de producir una
jerarquía social. Los individuos que nacen de esa forma y se llaman con
las primeras letras del alfabeto griego se disponen en una escala
descendiente que va desde quien está genéticamente destinado a mandar
hasta quien está genéticamente destinado a ser esclavo.
El aspecto interesante es que todos están
contentos, nadie se lamenta de su situación porque consumen una droga
que se llama soma, que hace que todos estén felices y contentos de
realizar las funciones para las que han sido programados. Se evitan de
esa manera, esas formas de subversión que han caracterizado la historia
humana (el fruto del "malcontento", habría dicho Maquiavelo) y la
jerarquía se mantiene sin problemas. Es difícil decir si ésta es una
utopía o una atopía, una utopía negativa, porque en este modelo se
elimina el elemento trágico: en ese mundo feliz faltan todos los
aspectos desagradables de la condición humana. Incluso los esclavos, que
ignoran su condición, están contentos.
Tal escenario de ciencia ficción en 1932 se ha
realizado en parte en algunos aspectos. Tenemos de hecho la posibilidad
de construir seres humanos programados, niños hechos a medida (designed
babies), y de manipular la conciencia a través de psicofármacos que
hacen desaparecer la angustia y el descontento y que proporcionan,
aunque con efectos negativos cada vez más fuertes según se procede hacia
drogas, ligeras o pesadas, momentos de bienestar alcanzados con
alucinaciones y sufrimiento físico. Por todos los medios, los
científicos intentan reducir en los fármacos psicotrópicos los efectos
colaterales negativos incidiendo sobre los neurotrasmisores, la
serotonina, la dopamina, la adrenalina y la noradrelina. Se ha puesto en
comercio el Prozac o lo Zoloft, un inhibidor selectivo de la absorción
de la serotonina en el encéfalo, dado que la serotonina produce un
sentido de euforia, aumenta el amor propio, tranquiliza a los
individuos, haciendo desaparecer su angustia, pero es gradualmente
asimilada por el encéfalo. El prozac o el Zoloft, al impedir la
asimilación de la serotonina, mantienen durante mucho más tiempo el
estado de euforia y felicidad. El otro psicofármaco importante es el
Ritalin que, como ya he dicho, servía en principio para calmar a los
niños inquietos y que después lo utilizan los padres para que los niños
estén buenos y para controlar el comportamiento de los adultos.
Tendencialmente estas dos medicinas y sus futuros descendientes, dotadas
de mayor eficacia y de menos efectos colaterales, representan un
arsenal de armas de control social. Si estuvieran, por hipótesis,
controladas por el estado, como sucedía con otras medicinas
psicotrópicas en los manicomios rusos con los disidentes políticos, se
podría, con una punta de ciencia ficción, obtener - además del
bioterrorismo clásico, representado por el ántrax o la botulina -
también una forma de bioterrorismo soft, en el que las personas se
mantienen en un estado de esclavitud, obediencia o contentas con dosis
más o menos grandes de fármacos.
4. En general, las biotecnologías
no representan una novedad, puesto que - desde el punto de vista de los
organismos modificados genéticamente- existen antecedentes ilustres, que
se remontan incluso a hace ocho mil años aproximadamente con el
nacimiento de la agricultura. De hecho, todas las plantas que el hombre
ha domesticado son el resultado de una selección artificial de las
semillas, del trasporte de ejemplares de regiones lejanas y de la
aclimatación de vegetales en zonas diferentes a las de origen. Dichas
formas de selección artificial prevén también la hibridación mediante
injertos. La diferencia con las biotecnologías actuales es que ahora se
atraviesan barreras genéticas que antes eran infranqueables, borrando no
sólo la tradicional clasificación de género y especie, sino además
mezclando el patrimonio genético de los animales y de los vegetales a
las que nos han acostumbrado selecciones artificiales limitadas.
El hombre ha superado la naturaleza. Una fecha
concreta, 1828, señala el inicio de la reproducción artificial en
laboratorio de lo que la naturaleza produce espontáneamente: la urea.
Hoy en nuestro mundo están presentes alrededor de seis millones de
sustancias que no existen en la naturaleza, la mayor parte de ellas
construidas de derivados o subproductos del petróleo. La naturaleza ha
sido modificada, copiada, poblada de sustancias nuevas mucho antes de
que gritase el escándalo de su violación. La fecundación artificial no
es una novedad. O mejor, representa una novedad relativa en el campo de
lo humano, pero no en el campo de la zootecnia, visto y considerado que
ya desde la Edad Media se fecundaban las vacas con semen sacado de los
toros. Y no es ninguna novedad del último cuarto del siglo XX. Se ha
descubierto un episodio significativo: en 1884 en la universidad de
Filadelfia, la mujer estéril de un cuáquero fue fecundada
artificialmente con el semen del best looking studen, el estudiante más
guapo. En 1960 un investigador boloñés tuvo la desgracia de ver
publicadas sus investigaciones sobre el crecimiento de un embrión fuera
del útero materno. Cuando un periódico hizo publico los resultados tuvo
que huir a la Unión Soviética y el experimento quedo interrumpido.
Quizás alguien recuerde el escándalo de 1978,
cuando se realizó la primera fecundación in vitro de una niña llamada
Louise Brown, que, como ella misma contará, los que tenían su misma edad
la consideraban un monstruo. Desde entonces la fecundación artificial
se practica de varias formas: con donadores de semen o de óvulos que
pueden ser los padres, uno sólo o ninguno de los dos. Se implanta, por
ejemplo, en el útero (sea de la madre biológica o de la madre portadora)
el embrión fecundado con el semen del donador. Esto comporta problemas
morales y legales importantes. El problema ético, pero también
sentimental, se refiere al conflicto que surge entre el deseo de uno de
los cónyuges de ser padre o madre y la resistencia de quien se siente
excluido de esa relación de maternidad, provocando un enorme conflicto.
El niño que nace gracias a estas técnicas puede desarrollar también una
necesidad demencial de buscar a verdadero padre o a su verdadera madre.
Se ha descubierto que algunos jóvenes ingleses acuden a las estaciones o
aeropuertos para ver si encuentran a alguien que se les parezca y, por
lo tanto, pueda ser su padre o su madre.
Todo esto demuestra el revuelo que las
biotecnologías pueden comportar. Estábamos acostumbrados a nacer y
morir, según las reglas de la reproducción sexual natural, con un cuerpo
que había heredado determinadas características y enfermedades
congénitas, a vivir y marcharnos del mundo con todos nuestros órganos.
Hoy todo lo que parecía obvio se ha vuelto problemático. Se nace, ahora
lo sabemos- con cada vez mayor frecuencia a través de los métodos de la
fecundación artificial asistida, se es padre o madre fuera de la edad
fisiológica normalmente establecida antes, se da una transferencia de
materia viviente a través del trasplante de órganos, que conecta
historias y circunstancias en un sólo cuerpo. Según una previsión
bastante atendible de una prestigiosa revista de medicina, por lo menos
en Occidente a finales de este siglo seremos todos transplantados
múltiples y provistos de numerosas prótesis que harán funcionar los
órganos enfermos de nuestro cuerpo, mejorarán las prestaciones que ya
existen y añadirán otras nuevas.
Cambia también la sucesión de nuestros
sentimientos, de nuestras pasiones que han subrayado y acompañado los
momentos importantes de nuestra existencia: el nacimiento, la
paternidad, la maternidad. Se desintegran esas relaciones que en la
tradición ligaban el niño a la madre o al padre. Se modifica el mapa de
las relaciones de sangre o de parentesco que han sido la base de la
estructura de la familia y, en parte, de la composición de la sociedad.
Dichas relaciones rediseñan las que la tradición
occidental había establecido en un lento proceso. La tragedia griega es
un ejemplo, puesto que se basa en el conflicto entre ius sanguinis e ius
civitas. Si pensamos especialmente en Antígona, en la piezas que
reserva a su hermano muerto, pero enemigo de la patria, y a su
determinación de enterrarlo contra la voluntad de Creonte de negarle la
sepultura y, por lo tanto, el reposo de su alma en el Hades. Este
conflicto se manifiesta en la forma de un nudo insolubles, una especie
de double blind, porque las dos potencias éticas se enfrentan: la de la
sangre, la de la familia de los muertos y de los dioses y la nueva
estructura, la polis, que en ese momento, en torno al 540 a . C. (cuando
Sófocles escribe Antígona), se basaba en la ley que negaba sepultura a
los enemigos de la patria. La tragedia griega refleja de diferentes
maneras ese enfrentamiento entre la sangre y el vínculo de la
ciudadanía, donde la polis intenta colocarse por encima de la familia:
toda la cuestión de los estados, desde la antigüedad hasta hoy, se
encuentra marcada por el esfuerzo de separar la política de los lazos
familiares del clan.
5. Las biotecnologías vuelven a
poner en discusión la antigua relación entre la sangre y la política, en
el sentido de que la sangre, contraponiéndose a la política, se
convierte en una apuesta política a través de los biopoderes, o sea en
este caso, a través de la posibilidad de manipulación que puede llevarse
a cabo, además de con psicofármacos, con la intervención en la cadena
genética. Esto ya no se produce impidiendo que algunos individuos no se
reproduzcan, mediante una eugenética negativa, sino más bien a través de
posibles modificaciones al patrimonio genético.
Vale la pena recordar que el termino eugenética lo
introdujo un primo de Darwin, Francis Galton. Había fundado sociedades
eugenéticas y fue el que realizó la intervención política sobre la
calidad de la vida a través de la descendencia, para contrastar el
peligro de una degeneración de la humanidad. El término degeneratio fue
acuñado por el abad Castelli en 1610, pero se difundió en Francia a
finales del siglo XVIII, cuando estalla la discusión sobre la
dégénération, entendida como resultado del cruce entre diferentes
especies que dan lugar a individuos estériles (como el del caballo con
una asna o el de una asno y una yegua, con el nacimiento de mulas).
Después pasa a indicar en el ámbito de la botánica el hecho de que se
obtiene una pérdida de calidad cuando se cruzan plantas y después
animales diferentes. El concepto de dégénération, a finales del siglo
XIX se cruza con el de décadence. A su vez la noción de decadencia (en
términos médicos o pseudomédicos) está unida a la idea de que
emparejamientos poco juiciosos producen efectos degenerativos.
Sin embargo, el problema no es el de la
contaminación moral (como decía Dante, pensando en el "villano de
Aguglione y el de Signa", que corrompen las antiguas costumbres
florentinas "Siempre la mezcla de personas/ principio fue del mal de las
ciudades"). La contaminación es biológica, provocada - además de por
los matrimonios de personas de "razas superiores" con los de "razas
inferiores" - por degenerados por herencia (descendientes de
alcoholizados, locos, sifilíticos, delincuentes).
A éstos últimos se les debe prohibir tener hijos,
no se pueden casar. Incluso la adelantada Dinamarca introdujo en 1907
leyes en este sentido. Mucho antes de los nazis, que procedieron a
finales de los años treinta a la eliminación de los enfermos de mente y
de los deformes, ha existido una restricción eugenética de la libertad
individual que impedía la reproducción a las personas "taradas".
El "parque humano", por citar a Sloterdijk, en
perspectiva representa uno de los problemas urgentes que resolver. No se
trata de crear una raza genéticamente pura, sino de condicionar a los
hombres, como se hace con las gallinas de criadero, que engordan o
producen huevos, haciéndoles tragar comida, quizás acompañada de música
clásica. De forma parecida, los hombres, sobre todo en Occidente, ven
satisfechas sus necesidades primarias de comida, sexo, diversión. Pero
son inducidos a no pensar en nada comprometedor y a contentarse de estos
beneficios, ciertamente legítimos y durante mucho tiempo negados. Si no
logran ir más allá a tomar las riendas de su vida y a ejercer una
inteligencia crítica, a orientarse en el mundo natural y social,
corremos el riesgo de trasformarnos en humanos de criadero. Esto puede
suceder (y en parte sucede) también a través de las biotecnologías y los
fármacos psicotrópicos.
¿Ser humanos de criadero es el peaje que se debe
pagar por el aumento del bienestar material? ¿En qué se diferencia la
política actual de la de los grandes totalitarismos del siglo XX, que se
introducían en la vida, en el cuerpo, en la conciencia y en el
inconsciente mediante duras y férreas disciplinas? ¿Su masificación
niveladora y violenta ha sido sustituida por un paradójico
individualismo de masa, por una intervención política soft, que
satisface las inclinaciones humanas en su línea de mayor necesidad, al
precio de un control hetero-directo de la mayoría de los ciudadanos?
¿Qué significa hoy, en relación con el pasado, controlar almas y
cuerpos?
Mientras que antes se proyectaba, sobre todo en el
ámbito del marxismo, del leninismo o de los estalinismo - la creación
del "humano nuevo" (en el sentido de un humano renovado a través del
trabajo, entendido como fuerza emancipadora y hegelianamente como
instrumento de auto-creación de lo humano), ahora la nueva humanidad
ciertamente se está fabricando, pero con medios biológicos,
farmacológicos y médicos (sin contar los condicionamientos ideológicos
ligados a los medios de comunicación de masas). Se trabaja sobre los
cuerpos, gracias a la intervención sobre el genoma, ya practicadas con
éxito desde 1990 producen prótesis que se multiplican y se multiplicarán
hasta crear no tanto un humano "biónico", sino un individuo que será
una mezcla entre máquina y biológico, carne y metal, un individuo que
podrá tener a su disposición un banco de órganos, o un body shop en el
que comprar las piezas de recambio para los órganos estropeados o para
los que ya no le gusten.
El hombre nuevo está creciendo delante de nuestros
ojos, pero a través de caballos de Troya introducen también cambios en
la llamada interioridad: en la forma de sentir, en las pasiones, en los
deseos. Se realiza un antidestino por el que en la actualidad somos
capaces de cambiar todo lo que hemos recibido en herencia biológica y
que parecía intocable porque era el producto de las férreas leyes de la
naturaleza o de la voluntad de Dios. Hoy sucede lo inaudito: se anulan
las barreras entre los animales y los hombres y entre lo viviente y lo
no viviente. El gran cambio de perspectiva nos invita a estar preparados
para lo inesperado, a simular no sólo las consecuencias técnicas que
tendrán los nuevos descubrimientos o invenciones, sino también sus
consecuencias sobre la "naturaleza humana", sobre la sociedad y, para
nosotros, sobre la reflexión filosófica y política.
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